(Harry Bosch 13) El Observatorio by Michael Connelly

(Harry Bosch 13) El Observatorio by Michael Connelly

Author:Michael Connelly
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-03-22T00:00:00+00:00


12

Ferras permaneció en silencio en el camino de regreso por la colina hacia la autovía. Bosch sabía que estaría pensando en el peligro en que había quedado su joven y prometedora carrera por las acciones de su viejo e imprudente compañero. Trató de sacarlo de su ensimismamiento.

—Bueno, ha sido un descalabro —dijo—. Nada de nada. ¿Has encontrado algo en la oficina?

—No mucho. Ya te lo he enseñado, el ordenador no estaba.

Había un tono huraño en su voz.

—¿Y en el escritorio? —preguntó Bosch.

—Estaba casi vacío. Un cajón tenía facturas y cosas así. Otro, una copia de un fideicomiso: su casa, una propiedad de inversión en Laguna, pólizas de seguro; todo ese tipo de cosas las tenía en fideicomiso. Sus pasaportes también estaban en el escritorio.

—Entendido. ¿Cuánto ganó el tipo el año pasado?

—Un cuarto de millón limpio. También es propietario del cincuenta por ciento de la compañía.

—¿Su mujer gana algo?

—No hay ingresos. No trabaja.

Bosch se fue quedando en silencio al calibrar la información. Al bajar la montaña decidió no entrar en la autovía, sino enfilar por Cahuenga Boulevard hasta Franklin y girar al este. Ferras estaba mirando por la ventanilla del lado del pasajero, pero rápidamente se fijó en el desvío.

—¿Qué está pasando? Pensaba que íbamos al centro.

—Vamos antes a Los Feliz.

—¿Qué hay en Los Feliz?

—El Donut Hole de Vermont.

—Hemos comido hace una hora.

Bosch miró su reloj. Eran casi las ocho y esperaba que no fuera demasiado tarde.

—No voy por los donuts.

Ferras maldijo y negó con la cabeza.

—¿Vas a hablar con el jefe? —preguntó—. ¿Estás de broma?

—A no ser que ya se me haya escapado. Si te molesta, puedes quedarte en el coche.

—¿Sabes que te estás saltando unos cinco eslabones de la cadena de mando? El teniente Gandle nos cortará el cuello por esto.

—A mí. Tú quédate en el coche. Será como si ni siquiera estuvieras allí.

—Salvo que uno es culpable de todo lo que haga su compañero, lo sabes. Sabes cómo funciona. Por eso los llaman «compañeros», Harry.

—Ya me ocuparé de eso, ahora no hay tiempo de ir por los canales adecuados. El jefe ha de saber lo que está pasando y yo se lo voy a contar. Probablemente terminará dándonos las gracias por la advertencia.

—El teniente Gandle no nos dará las gracias.

—Entonces también hablaré con él.

Los compañeros circularon en silencio el resto del trayecto.

El Departamento de Policía de Los Ángeles era una de las burocracias más cerradas del mundo. Había sobrevivido durante más de un siglo sin apenas buscar ideas, respuestas o líderes externos. Unos años antes, el ayuntamiento decidió que varios lustros de escándalo e inquietud comunitaria requerían liderazgo de alguien de fuera del departamento. Por segunda vez en la larga historia de la institución, la posición del jefe de policía no fue cubierta por alguien que ascendiese de entre sus filas. En consecuencia, el hombre que había sido elegido para dirigir el cotarro era examinado con tremenda curiosidad, por no decir escepticismo. Sus movimientos y hábitos estaban documentados, y todos los datos se vertían en un canal informal



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